¡En estos tiempos, se escuchan los quejidos de tantas almas! Tiempos de penumbra, de pesadillas, pesadillas que nadie esperaba, pesadillas que nadie imaginaba. Pesadillas que arrancan tantas ilusiones, tantas esperanzas, tantas vidas…y como siempre se ceba en los más desfavorecidos, que si poco tienen, menos les deja, dejándole la soledad y la amargura como únicas compañías, viviendo en recintos abarrotados o rincones abandonados.
Cuando la noche comienza a llenar cada lugar, Jesús enciende sus corazones dándoles fuerza para continuar; sienten que no están solos. Enciende corazones y almas de otros, de otras, que se vuelcan con ellos porque sienten que todos somos Hermanos. Y poco a poco la noche se va iluminando a la espera del amanecer de un nuevo día.
Desde nuestro Comedor estamos viviendo momentos entrañables, el comportamiento de las personas que acuden a diario (200 personas), están asumiendo la normativa de prevención sanitaria del COVID-19, con la mayor responsabilidad, mostrando su agradecimiento a tantas atenciones recibidas de todos los estamentos que se han volcado en ayudarnos.
Ahora, más que nunca, estamos sintiendo cómo Dios se hace presente cada día en nuestras vidas a través de la Solidaridad de muchas personas, del preocuparse por el otro, de hacer efectivo el Evangelio en su Amor al prójimo.
Nos interpela como desde la Compañía Hijas de la Caridad, se pone en primera fila en este campo de batallas, buscando nuevas respuestas que se adapten a cubrir las necesidades de los más desfavorecidos, reorganizando el trabajo, unificando recursos, tanto los materiales como los humanos. Ejemplo que tenemos que destacar la labor que está haciendo la Comunidad del Comedor con el apoyo de dos Hijas de la Caridad del Colegio que viven en el mismo edificio, mostrándonos la parte más humilde de esta Compañía, donde está la necesidad, sea cual sea, ahí están ellas, transmitiéndonos el carisma vicenciano desde el Amor más incondicional, sobretodo en estos momentos tan difíciles que nos ha tocado vivir.
Desde aquí agradecer también la entrega incondicional de todos nuestros trabajadores que no escatiman su tiempo y descanso para entregarse totalmente a realizar las tareas necesarias para atender a las personas que vienen a nuestro Comedor. Tienen arraigados en su vida, que son vicencianos y lo transmiten con fuerza en los servicios que están prestando en estos momentos de incertidumbre y dolor. Gracias de corazón, también vosotros estáis en primera fila.
Nuestros voluntarios (150), confinados en casa, que desde la distancia nos hacen llegar toda muestra de cariño y apoyo, se sienten frustrados e impotentes porque no pueden venir en estos días, pero desde el Comedor queremos agradecerles, que quedándose en casa en estos momentos, es la mejor ayuda, después los necesitaremos más fuertes que nunca y ahora es tiempo de “cuidarse” para “cuidarlos”.
El Comedor abrió sus puertas por primera vez en 1904. Desde la fecha hasta la actualidad, nunca ha cerrado sus puertas; ahora con horario más restringido, vivimos con la Esperanza de seguir haciéndolo, cada día es un nuevo reto para todos nosotros y como decía San Vicente de Paul “El Amor es inventivo hasta el infinito”, crearemos nuevas maneras para estar y acompañar a las personas que más lo necesitan el tiempo que sea necesario.